Capitulo 5-Tomas, alias "Policarpo Díaz"
Veía a gente entrar y salir del cuarto, todos armados hasta los dientes. No podía moverme. El cuarto era oscuro, creo que era el mismo donde me habían noqueado. Estaba enganchado en uno de los brazos metálicos de una lámpara de araña color plata vieja, colgada en el techo,. El nudo de la cuerda estaba bien hecho. Intentaba desatarme sin éxito. El cadáver de mi amigo Keiran había sido trasladado. Supuse que Roberto habría vuelto con el grupo de rehenes. Por fin se había enterado Miguel, (cara de loco), que había perdido a su hermano Jeff en una pelea contra mí. Creo que hallaron su cadáver en la bañera en la que le metí. Miguel no paraba de blasfemar contra mí y contra todos los demás rehenes. Sabía que quería venganza por las veces que me pegaba puñetazos en la cara y en el torso. Quería sangre por la muerte de Jeff. Me dejó el rostro como un cuadro. La tarde se fue pasando, el calor abrasador se fue yendo poco a poco, aunque la humedad aún persistía. Di gracias a Dios de que corriese el aire por la habitación. Los secuestradores entraban cada media hora para ver si respondían a sus preguntas. Calculé un número de siete personas sin contar a ese Jeff y al otro al que matamos en el tiroteo. Había uno, que era tan alto como un troll y fuerte como un toro. Le llamaban Manuel y tenía cara de mala leche. Ese y Miguel eran los que más me pegaban. Aunque todos lo hacían. Los muy cabrones no me dejaban probar bocado si no les decía quiénes éramos y el motivo por el cual estábamos allí. Uno de los raptores me acercaba el plato de arroz con pollo a la nariz para que lo olisqueara y lo apartaba de inmediato. Seguramente lo hacía para que hablara. Para que me rindiese y largara todo lo que sabía sobre que hacíamos allí.
En una de las ocasiones, entraron los carteristas que nos atracaron a Daniela y a mí en el paseo marítimo hacía tiempo. El mejicano alias "Policarpo Díaz", con la nariz rota, me miró y se acercó, cogiendo el plato de arroz, que estaba encima de una de las camas. El otro, alias "el melenas", se quedó al lado de la puerta con el arma en ristre.
-¿Te acuerdas de mí?-preguntó Tomás a Juan Claudio.
-Sí, eres Policarpo Díaz, ¿no?-respondió el otro con sarcasmo.
Tomás miró a Al y se rieron de la respuesta que dio Juan Claudio. El mejicano le dijo al hombre chino que podía abandonar el cuarto. El oriental lo hizo. Por fin es mi momento, pensó Tomás.
-Sabes, mi jefe se ha ido a zanjar un asunto y nos ha dejado a Al y a mí al mando-respiró Tomás.-Eso quiere decir que tenemos cuatro horas para ponernos al día después de lo que me hiciste. Al aún sigue enojado por aquello, pero le he dicho que se ocupe de tu furcia ¿O es tu ex-furcia?
Juan Claudio se encaró al hombre mejicano. Tomás rió y cogió el plato de comida. Se lo acercó al prisionero y luego lo retiró.
-No vas a tomar bocado hasta que sueltes prenda-aseguró el mejicano, apuntando con el arma a Juan Claudio. La apartó y le amenazó.-Luego le haremos una visita. Y quien sabe, tal vez veamos lo que hay debajo de ese vestido-dijo Tomás riéndose, refiriéndose a Daniela.
-¿Alguien te ha roto la nariz, Policarpo?
El hombre mejicano le dio otro puñetazo en la cara. Se dio la vuelta en dirección a la puerta. Juan Claudio agregó.
-¡Eh, chico!, feliz cumpleaños.
El grueso y fornido mejicano se dio la vuelta y vio como dos piernas elevadas le rodeaban el cuello. Tomás quiso quitarse de encima aquellas piernas, pero no podía. La fuerza que hacía Juan Claudio para asfixiarle, hizo que Tomás le costase respirar. El mejicano endureció sus facciones. Intentó coger su pistola de uno de los bolsillos del pantalón, pero no tuvo éxito.
-Adiós Policarpo-dijo Juan Claudio.
Las fornidas piernas de Juan Claudio hicieron crujir el cuello de Tomás. Este gimió antes de morir. Soltó el cuerpo sin vida del hombre mejicano. El difunto cayó boca arriba, en medio de la habitación. Juan Claudio se balanceó para librarse de la lámpara araña oxidada. En uno de los movimientos, rompió el brazo de la lámpara. El trozo cayó al suelo, haciendo un poco de ruido. Juan Claudio pensó que eso alertaría a los guardias. No oyó pasos al otro lado de la puerta. Se acercó al cadáver, viendo sus nudillos despellejados y rojos.
Espero que no la hayan zurrado más a Daniela.
Registró los bolsillos de Tomás en busca de más armas para poder defenderse. No oyó pasos. Cogió otra pistola, comprobó el cargador. Lleno. Se acercó a la puerta. Abierta. Miró al exterior, nadie a la vista. Cerró. Intentó guiarse por la poca luz que entraba por la ventana para averiguar que había en el cuarto. Se chocó contra una de las camas que había. La rodeó y se fijó en que no habían movido el congelador horizontal que estaba en una de las esquinas. Intentó abrirlo con cuidado. Cerrado, estaba protegido con un candado. Con la culata de la pistola, golpeó varias veces. Sin éxito. Siguió con el registro.
Rodeó de nuevo la litera, yendo a la mesilla de noche donde estaba el plato de comida. Engulló todo el arroz con pollo. Pensó que estaba bueno, aunque podía estar mejor, pero era algo con lo que alimentar al estomago. Llevaba casi ocho horas sin probar bocado. Miró el reloj de pulsera de Tomás. Eran las diez y media de la noche. Oyó un ruido. Se escondió. No era nada. Volvió a la mesa, abriendo los cajones. Nada, todo polvo y escombros. Halló varios clips. Los desdobló y volvió al refrigerador. Consiguió abrirlo. El vaho del hielo salió de repente. Este lo apartó con una mano, hallando un cuerpo de un hombre en su interior. El tipo era un chino joven, los veinte y pocos. Facciones grandes, moreno de rostro, al igual que su pelo. Corte militar. Fornido. Ropa veraniega.
Deduje que murió hará un tiempo, aunque el frío lo ha mantenido. Pero, ¿Por qué tenerlo intacto? ¿Por qué no enterrarlo y ya está? No sé, aquí hay muchas incógnitas. ¿Tendría algo que ver con la noticia que investiga Daniela y su equipo de reporteros?
Levantó un poco a la víctima para ver que había debajo. Nada. Volvió a registrar el cuarto semi alumbrado, hallando bajo una de las camas, una cámara digital con una cinta de video en su interior. La reprodujo.